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La sostenibilidad moldea la manufactura de baterías Con nuevos productos químicos, BASF Coatings busca mantener su desarrollo acorde a la normativa europea, que impulsa procesos sin cromo ni flúor.

La fabricación de baterías vive un cambio que va más allá del rendimiento eléctrico.

Hoy, la presión por cumplir con estándares ambientales se ha convertido en un punto central para la industria.

El nuevo Reglamento de Baterías de la Unión Europea (EU 2023/1542) marca el rumbo: las empresas deberán reducir su huella de carbono, garantizar trazabilidad con pasaportes digitales y eliminar el uso de sustancias peligrosas como el cromo y el flúor.

A partir de 2027, solo podrán circular en Europa las baterías que cumplan con estas reglas. Esto implica repensar procesos desde el origen, especialmente aquellos que tienen que ver con el tratamiento superficial de los metales.

En el caso del cobre —pieza clave en el ánodo de las baterías—, los fabricantes enfrentan la necesidad de adoptar tecnologías que mantengan la conductividad sin comprometer la sostenibilidad.

Transformación energética

El cobre es el punto de partida de la eficiencia en una batería. Su capacidad de conducción depende, en gran medida, de los tratamientos aplicados a su superficie.

Hasta hace poco, muchos de esos procesos incluían compuestos de cromo, útiles para evitar la corrosión, pero dañinos para el medio ambiente.

En respuesta a esa problemática, Chemetall, división de BASF Coatings, presentó Gardolene D, una nueva generación de tratamientos de pasivación que elimina el uso de cromo y flúor.

El desarrollo no busca solo cumplir la ley, sino ofrecer una alternativa técnica que mantenga la estabilidad del cobre y su interacción con los materiales activos del ánodo.

Este tratamiento actúa modificando la energía superficial de la lámina de cobre. Así mejora la adhesión entre el metal y los compuestos que forman el electrodo, reduciendo la resistividad eléctrica y mejorando la transferencia de carga.

En términos prácticos, esto se traduce en baterías que aprovechan mejor la energía y duran más tiempo.

Pruebas de laboratorio han mostrado que las baterías tratadas con esta solución mantienen hasta un seis por ciento más de capacidad después de mil ciclos a temperatura constante, en comparación con los métodos tradicionales.

Además, el tratamiento ofrece una resistencia superior al calor y la corrosión, factores que influyen directamente en la estabilidad del sistema electroquímico.

Más que una tendencia

Además del componente innovador, la eliminación del cromo y el flúor tiene un impacto directo en la sostenibilidad de toda la cadena de suministro.

Las nuevas formulaciones se pueden aplicar sobre láminas de cobre electrodepositadas o recocidas, y son compatibles con los equipos que ya existen en las líneas de producción, lo que permite una transición sin grandes inversiones.

La tendencia es clara: las baterías del futuro no solo deberán ofrecer más autonomía, sino también deberán demostrar que su proceso de fabricación cumple con normas ambientales cada vez más precisas.

En ese camino, tecnologías como Gardolene D son signo de un paso técnico importante hacia una manufactura de baterías más limpia, regulada y preparada para los nuevos estándares globales.

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